Probablemente conozcas a alguien que describirías como un “as” de las ventas. Una persona que por su locuacidad y simpatía parece capaz de venderle hielo a los esquimales o abrigos de piel a los caribeños. Hasta puede hacerte creer que necesitas un gato como animal de compañía, aunque con sólo pensarlo se desate la reacción alérgica en todo tu cuerpo.
Son personas con un talento nato para las ventas, un don y dominio de la palabra que, simplemente, vende.
Yo conozco alguien así. Es una amiga muy cercana que, haciendo caso de su talento, se dedica a las ventas como comercial independiente de productos nutricionales.
Dadas sus habilidades y la excelencia del producto que comercializa, sería sencillo asumir que “está forrada”, “gana muchísimo dinero” o está muy cerca del éxito. En este caso, nada más lejos de la realidad.
¿Y sabes por qué? Por sus creencias sobre el dinero. Lo que ella piensa sobre el dinero afecta negativamente a su desempeño y, a pesar de que es excelente consiguiendo ventas, es malísima haciendo negocios.
Déjame explicarlo mejor.
Para mi amiga el dinero es algo necesario, pero siente que acumularlo o perseguirlo es de personas avariciosas o codiciosas. Cree que, si te gusta lo que haces o te resulta muy fácil, es injusto que encima te paguen por ello, porque eso sería como estar engañando a otra persona.
Y… ¡Hay que verla cuando le deben dinero! Según ella, cada uno debería ser consciente de sus deudas y obligaciones y hacer todo lo posible por saldarlas, por lo que reclamar deudas o exigir que te devuelvan un dinero prestado es algo, simplemente, impensable e inaceptable.
¿Y si no recuperas tu dinero? “¡Ya se encargará la vida de que pague por ello!”, responde ante mi insistencia cuando se enfada, disimulando la culpabilidad que siente al no ser capaz de afrontar sus miedos y la vergüenza que le provoca reclamar lo que es suyo.
Otras veces deja aflorar su vena altruista y responde que ella no lo necesita tanto como la persona a quien se lo ha prestado, haciendo caso omiso de la mala actitud de su deudor o de la buena vida que se está pegando a costa de su préstamo.
Para que lo entiendas mejor: mi amiga vende, y mucho más que la mayoría, superando cualquier promedio. Pero como todos sabemos que una venta no concluye cuando la otra parte ha dicho que sí, sino cuando efectivamente se ha cobrado, es ahí cuando puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que es pésima haciendo negocios. ¿Quieres que te de algunos ejemplos?
- Si percibe que algún producto suyo es un poco “caro” o que la persona está gastando demasiado, ofrece descuentos sin que se los soliciten y, por ende, sin que los aprecien.
- Inventa nuevas formas y facilidades de pago sin ninguna necesidad, incluso cuando el cliente tiene intención de pagarlo en efectivo.
- Confunde el deseo de los clientes con una necesidad y entrega sus productos sin tener pactada una fecha o forma de pago, dejando ese hecho al azar o a la buena voluntad del comprador.
- A veces hasta recomienda productos alternativos más baratos pero… ¡de la competencia!
- Se empeña en gastar lo que le ingresan sin control alguno, dejando los libros de caja como una mera decoración accesoria a su biblioteca.
Aunque su actitud con respecto al dinero te parezca ridícula, poco profesional y hasta infantil, no deja de ser lógica y coherente con sus pensamientos. Para mi es claro que está equivocada y que tarde o temprano sus actos la llevarán a la ruina financiera pero, ¿acaso no es coherente su fuerte desapego hacia el dinero, si lo considera como algo malo o de personas avariciosas?
¿Sería lógico que administrara bien su dinero, llevara prolijamente sus cuentas y buscara rentabilidad a su negocio, cuando no valora siquiera el tiempo que dedica a su trabajo?
¿Realmente la crees capaz de reclamar una deuda sin sentir vergüenza por ello, por el sólo hecho de que es su dinero y le ha costado mucho esfuerzo conseguirlo?
Yo creo que no. Lo cual es lamentable, porque el dinero no es más que un medio que nos permite pagar las cosas importantes para nosotros, que nos asegura la tranquilidad mental y el bienestar de nuestra familia. Si lo despreciamos como medio, o lo tratamos como un fin en sí mismo, estamos confundiendo su verdadero valor o significado.
¿Acaso no debería tener ningún valor el tiempo que dejamos de dedicarle a nuestra familia o a nuestros hobbies por… trabajar? Si menospreciamos el dinero que obtenemos a cambio de ese tiempo, simplemente estamos menospreciando también todo lo demás.
Por eso quiero dejarte una reflexión para finalizar:
Lo que piensas es lo que eres.
Lo que creas merecer es lo que recibirás.
No puedes dar lo que no tienes.
Y recuerda:
Tus creencias definen tus pensamientos.
Tus pensamientos definen tu actitud.
Tu actitud define tus acciones.
Y tus acciones definen…tu destino.
Tú eliges.
Verónica Deambrogio
Articulo publicado originalmente en "En Clave Positiva" el blog de Gregorio Delgado
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